domingo, 30 de junio de 2013

¡Cuidado!, no todo es Nueva Era. ¿Qué es la Nueva Era?


No debemos ser herejes pero tampoco ignorantes y ridículos frente a situaciones, doctrinas o formas de vida que parecen romper los ‘esquemas’ establecidos en las mentes de muchos.

Existen hoy personas que parecen ‘funcionarios retardados de la Inquisición’; siempre a la caza de brujas. De este modo no se beneficia la religiosidad ni la sana teología abierta siempre a todos, aunque con discernimiento y cautela, pero sin miedos infundados ni actitudes básicamente negativas y defensivas.

Le cuesta al perezoso hacer discernimientos verdaderos y valientes; no sabe discernir las ‘semillas del Verbo’ diseminadas en distintos momentos y situaciones de la historia de la humanidad y de las grandes expresiones religiosas, no necesariamente sectarias.

Existen los ‘perezosos mentales’. No quieren pensar

·         por falta de ciencia teológica
·         por inmadurez afectiva
·         por mala formación
·         por inseguridad: ‘lo del siempre es lo seguro’, piensan.
·         ignoran o no son conscientes de que, incluso, dentro del dogma cristiano existe lo que se llama la ‘evolución homogénea del dogma’, lo que permite, no cambiar las verdades, pero sí nuevas expresiones y formular ‘nuevas’ verdades contenidas en lo anterior.
·         que el mejor conocimiento del hombre: cuerpo, cerebro, mente, conciencia, permiten entender mejor y facilitar la apertura del hombre al misterio de Dios, haciendo más verdadera y comprometedora la afirmación tradicional de que la ‘gracia supone la naturaleza’.

Hoy, con gran facilidad, se tiene por sospechoso todo lo que no ‘encaja’ en una mentalidad previamente establecida. Muchos funcionan con esquemas ‘cerrados’ que a nadie benefician. Yo la llamaría, con demasiado optimismo la ‘teología de la sospecha’, cuando realmente es  la ‘teología de la murmuración’.

En ciertos ámbitos es fácil considerar herético o desacertado lo que no encaja en esos esquemas poco seguros por ‘excesivamente seguros’ de algunos. O, infantilmente se convierte a sus ojos en lo que se llama hoy la Nueva Era.

Cuesta salir de esa pereza mental y reconocer, sencillamente, que ‘no se sabe’. Es particularmente dañino cuando quien mantiene esas reservas mentales, acusaciones en ocasiones, es un sacerdote, porque de la ‘boca del sacerdote se espera la sabiduría’, como dice la Biblia.

Pecamos de superficialidad. Y sería peor en dirigentes espirituales o pastores de la Iglesia. Nuestra ligereza, aun con toda la buena voluntad, puede hacer estragos. La Iglesia no es ligera…

Sin embargo, en el fondo subyace una alarmante falta de equilibrio que tiende a matar la pluralidad sana de nuestro pueblo conformándolos con criterios ‘míos’ personales y no con criterios de la Iglesia abiertos y acogedores, aunque no ligeros; y tiende a matar nuevas posibilidades de trabajo  de pedagogía. Como ejemplo de equilibrio y buen hacer pastoral, tenemos afirmaciones y recomendaciones del Concilio Vaticano II, tales como las siguientes:

“Para que los fieles puedan dar fructuosamente este testimonio de Cristo, únanse con aquellos hombres por el aprecio de la caridad, siéntanse miembros del grupo humano en el que viven y tomen parte en la vida cultural y social, interviniendo en las diversas relaciones y negocios de la vida humana; familiarícense con sus tradiciones nacionales y religiosas; descubran, con gozo y respeto las semillas de la Palabra que en ellas se contienen”[1].
Es un documento Ad Gentes, sobre ‘los gentiles’, los paganos, diríamos, con lenguaje ya usual ‘tradicional’.
Y añade:
“…deben conocer a los hombres entre los que viven y conversar con ellos para advertir en diálogo sincero y paciente, las riquezas que Dios generoso, ha distribuido a las gentes; y, al mismo tiempo, han de esforzarse por examinar esas riquezas a la luz evangélica, y reducirlas al dominio de Dios Salvador”[2]

Además en otro documento Nostra aetate, ‘sobre las religiones no cristianas’ demuestra un talante inteligente, maternal, al afrontar la diversidad de propuestas religiosas, especialmente el Islám y el Judaísmo[3].

Algunos atacan, casi sistemáticamente, lo que no coincide con su estrecha forma de pensar, o con los ‘contenidos’ de sus círculos cerrados y exclusivistas. Deberían caer en la cuenta, por ejemplo, de que algo perfectamente reconocido por todos y que está en todos los manuales, ya antes del Concilio Vaticano II, y en los devocionarios ‘antiguos’ de espiritualidad, que el desarrollo de la vida espiritual se ha dividido tradicionalmente en la vía ‘de la purificación, de la iluminación y de la unión’; y sería bueno que recordasen, tal vez lo ignoran, que esta formulación, inicialmente no es cristiana sino ‘del tardío clasicismo no cristiano’ (n. 17). Y lo afirma la Santa Sede.

Es fácil ‘escandalizar o engañar’ a la gente insegura, ignorante o autosuficiente. Basta con decirles lo que quieren oír. Y lo creen sin discernimientos ni género alguno de crítica.

La Iglesia condena ‘técnicas que dejen a la persona cerrada’ sin capacidad de apertura. Repito lo que condena no son las técnicas. Al contrario ‘técnicas de serenidad’ de ‘descongestión emocional y verbal’ dejan a la persona con una mayor receptividad, con una menor estructura, y, por consiguiente, más disponible. Y ese es un enorme valor de muchos ‘procedimientos orientales’. Ese es su valor y aportación a la oración cristiana. Lo demás son valores de fe, de esperanza y de amor. Lo distinguimos perfectamente.

Sin embargo, la calidad de mente cristiana de muchos, y la hondura de su oración ‘en Cristo Jesús’ no está obstaculizada por utilizar técnicas orientales, sino por el egocentrismo; por la falta de calma, por la agitación en la oración, por la falta de serenidad y de limpieza. Y los llamados ‘procedimientos orientales’ son, sin duda alguna, una gran oportunidad y hasta creo, que uno de los ‘signos de los tiempos’, que hay que considerar.

Los cristianos tenemos la ‘plenitud de la revelación cristiana’, pero nuestra manera de llevar adelante el proceso espiritual no siempre es el mejor. Por otra parte, no basta decir que todo es obra de Dios, obra del Espíritu Santo, porque siempre estará pendiente la espada de Damocles encima de nosotros, en forma de una inquietante pregunta: ‘entonces, ¿por qué no nos transforma el Espíritu?’ ¿Por qué no desarrolla ‘dentro’ de nosotros ese clamor esencial ‘Abba’ en el silencio profundo?

El hombre tiene que ‘hacerle sitio al Amor. La más profunda inmersión del hombre en Dios es la de la inmersión del ‘silencio’ humano, recuperado, en el Silencio de dios, regalado.

Aún a riesgo de ser mal comprendido, pero creyendo saber lo que diga, me atrevería a afirmar que los ‘procedimientos orientales’, en general, son mejores que los que consideramos ‘nuestros’. Porque aparte de la ascesis y exámenes, que también los tienen ellos, también tienen una enorme maestría sobre los estados de la mente, de la conciencia, de la corporalidad, que facilitan la apertura, la comprensión y abren camino a la fe.

Concretamente el mundo oriental hindú ofrece una maravillosa oportunidad, entre técnica, procedimiento y ‘ascética’, para ‘volver en sí’, para dejar de estar ‘fuera de nosotros’ y para dejar de estar desinteriorizados y dispersos.

Por ejemplo el ‘pratyahara’, un paso dentro de los varios en los que se va describiendo y conduciendo el proceso de desarrollo interior, es un extraordinario ‘medio’.

‘Pratyahara’
“Consiste en alejar la mente de todo estímulo sensorial, en aislarla del impacto de los sentidos y del residuo que éstos dejan en la mente, esto es, de la memoria y de la imaginación. Cuando nos faltan estos estímulos solemos aburrirnos y nuestra mente se apaga hasta quedarnos dormidos (…) se trata de conseguir, precisamente, que la mente, alejándose de todo lo exterior, de todo lo sensible y también del recuerdo de lo exterior, aprenda a mantenerse en perfecta lucidez, en perfecto estado consciente para poder aplicarla después a un trabajo de mayor profundización” [4].

¿No es, en el fondo, lo que buscaba santa Teresa, y que expone tan bellamente en varios lugares?[5]

Cuando la fe cristiana asume procedimientos tan maravillosos y válidos de otras religiones, para crear una pedagogía previa, la fe tiene más base humana de expresión y de progreso, y el Amor. Pero, si caemos en la herejía ‘aparentemente bella’ –como he oído en alguna ocasión-, de decir que lo único que importa es el Espíritu, habremos matado el ESPÍRITU COMO DON Y GRACIA, porque, si lo humano no importa, ¿a quién se da el Espíritu?

Esto es un neo-maniqueísmo, montanismo y encratismo, disfrazado, que condenaba la materia. ¡Qué hermosa visión la del Concilio Vaticano II!:

“Es la persona del hombre la que hay que salvar. (…) es… el hombre; pero el hombre entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad…”[6]

En el fondo de muchas mentalidades neo-espiritualistas existe una vergonzante actitud negativa frente a lo material del hombre y aun frente a sus recursos personales, sin darse cuenta de que la primera gracia de Dios es el hombre mismo, y la segunda, la transformación trinitaria en Cristo Jesús y en el Seno de María la Virgen.

Sin embargo la llamada ‘Nueva Era’ es un remedo de cosas buenas dispersas en las diferentes religiones y después ‘trastornadas’ y adaptadas a una mentalidad sin trascendencia, sin pecado, sin salvación, sin Jesucristo. Todo es puramente natural.

Consideramos la Nueva Era como la suma de todas las herejías y errores del pasado, actualizados y conjuntados en una pseudorreligión o religión a la medida de cada cual.

De una forma visual pueden apreciarse las diferencias esenciales entre nuestra fe cristiana y esta nueva herejía.

Y es útil, porque al margen de estos grandes errores, cosas pequeñas, que no encajan en la mentalidad de muchos, aunque utilizadas por la Nueva Era, son perfectamente válidas.

¿Por qué protestan porque todo es ‘Nueva Era’ en lugar de atacar a la Nueva Era por haberse apropiado de realidades de otras grandes religiones y de haberlas adulterado?

Un ejemplo maravilloso es la meditación oriental, tanto hindú, en alguna de sus formas, como la meditación Zen que tranquilidad, serenidad, y que facilita la serenidad y la calma; éstas, vividas desde la fe cristiana, favorecen el proceso de apertura y de descanso en Dios, en Cristo Jesús.

Nuestra fe cristiana
La Nueva Era
1) Partimos de nuestra fe cristiana.
1) No hay nada que creer. Sólo que no tenemos luz suficiente por falta de desarrollo adecuado para ver y comprender la realidad.
2) Nos habla de un Dios trino y personal.
2) Todo es dios. El panteísmo es la realidad única en la que todo es dios; y un dios impersonal.
3) Nuestra fe es el punto de arranque.
3) La ‘gnosis’ es una situación superior a la fe, en la que el hombre adquiere un conocimiento perfecto de todo y no racional.
4) La fe es una gracia de Dios.
4) La ‘gnosis’ es un desarrollo dentro de las capacidades personales de cada uno; está a nuestro alcance, al alcance de nuestro esfuerzo bien llevado.
5) La fe desaparecerá al llegar a la ‘visión beatífica’.
5) La ‘gnosis’ da de forma permanente una visión superior a la de la fe y nunca desaparece.
6) La fe se desarrolla con la gracia de Dios y la colaboración libre de la persona.
6) La ‘gnosis’ se desarrolla con la meditación.
7) Dios es creador de todo.
7) Nada ha sido creado; existe y evoluciona por sí.
8) La criatura tiene, especialmente el hombre hecho a ‘imagen y semejanza de Dios’, que ‘conocer, amar y servir a Dios’.
8) Nada es creado; nada está sometido; todo es Dios. Sólo que el hombre necesita hacer evolucionar su conciencia, a través de la meditación, hacia la comprensión e inmersión en el ‘todo’ cósmico.
9) El hombre es llamado y admitido a la comunión con Dios sin dejar de ser la persona que cada uno ‘es’.
Ej. La esponja sumergida en el Océano.
9) El hombre a través de la meditación y de la ‘gnosis’ se pierde en la conciencia cósmica o universal. Esta situación es el final y se llama ‘nirvana’. Uno deja de ser individuo y persona para ‘perderse en el todo’.
Ej. La gota de agua que se pierde en el océano. (La ‘muñeca de sal’).
10) Existe la posibilidad de que el hombre libre se rebele contra Dios: es el pecado. Existe el pecado.
10) Sólo existe la ‘ignorancia’ o la enfermedad. No existe algo llamado pecado.
11) El hombre necesita ser redimido. Jesucristo nos redimió con su vida, pasión, muerte y resurrección.
11) El hombre no necesita ningún redentor; cada uno se ‘realiza a sí mismo’. No hay tal Jesucristo, aunque se le reconozca una categoría de hombre ‘realizado’, ‘autorrealizado’.
12) Hay una Iglesia que ‘administra’ la redención de Jesús a través de los sacramentos.
12) No hay Iglesia ni iglesias. La conciencia de cada uno lo define todo.
13) Hay un cielo y un infierno. Si uno muere en gracia de Dios se salva y va al cielo, aunque si es necesario, deberá purificarse de lo venial, en el purgatorio. Es definitiva la salvación. Es definitiva la condenación.
13) No existe cielo ni infierno. Quien muere sin desarrollo suficiente para entrar en el ‘nirvana’ definitivo, tiene que ‘reencarnarse’, una y mil veces hasta que consiga el desarrollo necesario, la gnosis definitiva.
14) El camino para el cielo es la vida sacramental y, sobre todo, la vida de oración.
14) El camino para el desarrollo pleno es la ‘gnosis’ y el camino para ‘gnosis’ es la meditación.
15) Concibe la vida como una ‘salvación’ realizada en Cristo Jesús. Nadie se ‘autolibera’ es liberado por el amor de Dios, en Cristo Jesús.
15) Concibe la vida como una ‘autoliberación’ o una ‘autorrealización’, sin recurso a nadie. La psicología forma parte de esta ‘autorrealización’.
16) Cristo Jesús es ‘la fuerza y la energía’ personal de Dios, por el Espíritu Santo.
16) La ‘nueva era’ habla continuamente de una ‘energía’ ‘cósmica’, ‘pránica’, universal, impersonal.
17) La Iglesia acepta la utilidad y utilización de los métodos orientales, sin por eso tener que aceptar las filosofías en las que están metidos [7]


Anotaciones:
1. La relajación, aunque la use la Nueva Era ya era conocida en las grandes tradiciones religiosas, de quienes las toma. También es descrita perfectamente en nuestros místicos, como santa Teresa (CP 28,6) y san Juan de la Cruz (Subida al Monte Carmelo III, 2, 6).

La relajación es una maravillosa, aunque limitada, manera de armonía personal y de desbloqueo de tensiones. Facilita la apertura más encarnada de nuestra fe. No es una herejía; es una ‘oportunidad’. La tensión corporal y mental siempre está asociada al miedo y a la ansiedad.

2. La reencarnación va contra la fe cristiana (Hb 9, 27; 2Co 5,10), aunque podemos y debemos ‘nacer de nuevo’ por obra del Espíritu Santo (Jn 3, 3-4).

3. La oración cristiana no busca fundirnos con el ‘infinito’ indefinido sino  unirnos por amor con el Padre en Cristo Jesús y por la Fuerza del Espíritu Santo, Amor de Dios.

Que el demonio no turbe vuestra conciencia cristiana, ni siquiera disfrazada de ‘consejeros’, sin claridad suficiente, maestros de la sospecha y violentadores de la libertad que tenemos en Cristo Jesús.
Tened ideas claras, y libertad en Cristo Jesús

 NICOLAS DE MARIA CABALLERO, CMF



[1] decreto ad Gentes [AG] 11.
2 AG 11
[3] NE 2
[4] A. BLAY. Dhyana Yoga, Cedel, Barcelona 1964, 92s.
[5] Cf SANTA TERESA, Camino de perfección [Códice de Valladolid: CV] c. 47, n.1 [Códice del Escorial: CE] c. 28, n.4.
[6] Gaudium et Spes [GS], 3. El ‘Pratyahara’ es un maravilloso procedimiento que trata de apartar la mente, la conciencia, en definitiva, del influjo de los estímulos externos, que nos llegan a través de los sentidos externos; y también trata de serpararla de los estímulos de las sensacions internas o ‘proprioceptivas’. Lo primero consigue en parte por la soledad y dejar que todo fluya, la no resistencia; con los ojos cerrados; lo segundo, en gran parte por la relajación que, además de un descanso supone una maravillosa manera de ‘desconexión’ del propio cuerpo. En estos casos la mente se tranquiliza; la conciencia se va liberando y quedando dispuesta para ‘advertir’ otra realidad; en nuestro caso la ‘presencia escondida de Dios’, ‘creyendo como quien ve’ (Hb 11, 27).
[7] Carta a los Obispos de la Iglesia Católica de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre algunos aspectos de la oración cristiana, 15 de octubre de 1989, fiesta de santa Teresa de Jesús.

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