Desgraciadamente, la formación en la oración es, ordinariamente una
formación para un método. La verdadera formación, sin descartar la oportunidad
de un método, en un momento determinado, debe ser formación para un ‘camino’:
camino de amor.
1.
La oración no es un fragmento del día ni de la
semana.
2.
Es un eje que lo centra todo.
3.
La oración se justifica a sí misma. Tiene razón
de ser por sí misma, independientemente de lo que obtenga. Dios tiene derecho a
mirarme, como hijo de sus complacencias y el orante ha de aprender a ‘estar
dejándose mirar’. Es la actitud oracional básica, con sentido propio, que debe
aquietar cualquier pretensión del orante.
4.
La oración no es una técnica de aquietameniento:
el orante se aquieta del todo, no cuando practica unas técnicas de centramiento
o de resolución de tensiones, sino cuando se abandona del todo en manos de
Dios.
5.
La paz mental, y aun corporal es, en última
instancia, el resultado de una actitud cristiana, esencialmente cristiana:
dejarse en manos de Dios.
6.
La oración no se confunde con un método. Un método,
por bonito que sea, es, simplemente, una manera de proceder, una manera de
caminar, pero no es el camino. Y la oración es un camino que exige ir
renunciando progresivamente a los métodos, a los modos personales de proceder,
de orar. Esto pocos lo entienden. Y así no progresan. La oración es un camino
que hay que
a. descubrir
b. seguir,
a pesar de todas las vicisitudes y
alternancias
c. a
pesar de los cambios de humor
d. a
pesar de las dudas, que habrá que
aclarar
e. a
pesar de no ver nada ni sentir nada
7.
La oración es un camino
a.
de pobreza pogresiva
b.
de inmersión en el Silencio de Dios
Muchos se quedan en sus silencios personales, siempre
frágiles, aunque pueden ser bellos e, inicialmente, una buena pedagogía.
8.
La oración, dentro de esa pobreza progresiva, exige
la respuesta a unos retos fundamentales:
a.
Pasar de mi modo de orar a lo que no tiene modo,
de ser el protagonista que conduce una metodología, a ser un creyente
abandonado y fiado de los caminos ‘oscuros’ del Amor de Dios. Suele ser mala
señal decir: ‘yo ya tengo mi oración’. Es ordinariamente indicio de un
estancamiento, de una fijación, que niega, de hecho, la posibilidad del camino.
b.
Dejar de estar buscando experiencia[1],
y desde la fe, buscar el ‘contacto’: vivirse
unido a Dios, aunque no se experimente nada.
c.
Ir pasando de la superficie al fondo.
Nicolás de Ma. Caballero, cmf.
[1] K. –H WEGER. ¿Es posible la experiencia de Dios?, en Selecciones de teología,
127 (julio-septiembre 1993) 165-184.
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