9. Tiene que quedar muy claro que los caminos de Dios pasan por el
camino del hombre, sin que Dios pueda ser atrapado por el hombre. Éste tendrá
que
a) Dejar de estar fuera de sí, para entrar dentro
de sí; pasar de la ausencia a la presencia; de la distracción a la atención.
b) Pasar
de la cabeza al corazón; de la abstracción e intelectualización de Dios, a un
Dios presente, vivo, cercano y amoroso.
Existe una gran diferencia en tratar a
Dios como una bella IDEA medio
abstracta, aunque pueda ser correcta doctrinalmente; incluso, brillante,
teológicamente, y el tratar a Cristo Jesús como UN SER QUE VIVE, que se identifica conmigo, que se me ‘manifiesta’
(Jn 14, 21; 16, 14), que me habla, que me mira, que me oye, que me está
salvando…
10. Existen serias dificultades para ser pobres
a)
creerse rico,
que sabe dirigirse a sí mismo en camino tan delicado.
“… andas diciendo
que eres rico, que tienes muchas riquezas y que nada te falta. ¡Infeliz de ti!
¿No sabes que eres miserable, pobre, ciego y desnudo? Si quieres hacerte rico,
te aconsejo que me compres oro acrisolado en el fuego, vestidos blancos con que
cubrir la vergüenza de tu desnudez y colirio para que unjas tus ojos y puedas
ver” (Ap 3, 17-18).
b)
las
tensiones de todo tipo.
La tensión, la ausencia, la
incomodidad dentro de nuestro cuerpo, nos hacen sentirnos mal; dificultan la
experiencia de la presencia de Dios e impiden la oración profunda.
c) las pretensiones: estar deseando,
buscando, empujando las puertas y no vivir abandonado.
d) las interpretaciones: las ideas que uno
tiene, que no revisa.
Hay que enseñar progresivamente
a dejar de pensar, poco a poco, con el tiempo.
e) los apegos de todo tipo que nos
corroen; que hacen que nos agarremos a todo lo que nos puede dar seguridad. así
se mata el abandono, esencial para orar y crecer.
f) la ausencia, vivir distraído.
g) las palabras, con las que
frecuentemente nos emborrachamos.
Las palabras que,
frecuentemente, ordinariamente, nos hipnotizan, nos adormecen, en realidad sólo
son señales
de camino. Son buenas para orientar, pero no son el final que buscamos.
No son la realidad, sólo la representan.
Por eso también hay que capacitarse para ir más allá de las palabras. Las palabras
no son el acontecimiento; no son la
cosa.
“El ‘la
realidad, el acontecimiento siempre más allá de las palabras; está en el
silencio”.
“La última
palabra, siempre es el silencio”.
Si contemplo una rosa no veo por ninguna parte la palabra rosa.
La rosa está más allá de la palabra ‘rosa’. Está en el silencio, en ‘su’
silencio’. Para poderla ver en realidad tengo que entrar en su silencio. Sólo entonces
comprenderá la rosa, sin palabras[1].
11. Hay que ir asumiendo el reto de pasar de las palabras a la
Palabra, que es Cristo Jesús; de las palabras al Acontecimiento del Hijo de
Dios. La oración nos sumerge en la entraña de su vida de Hijo. La oración es
una esencial perfección cristiana que participa de la gloria del Hijo, pero
también del anonadamiento de su vida terrestre.
Y es lástima ver que muchas personas tienen capacidad para alta
oración, si se las sabe conducir, y que, por falta de orientación se quedan en ‘bajos
modos de trato con Dios’, como escribe Juan de la Cruz.
Nicolás de Ma. Caballero, cmf.
[1] N.
CABALLERO, Carpeta: Control mental y
liberación interior.
Cinta
4: A. Mirando al mundo exterior desde el
silencio.
B.
La observación silenciosa de la propia mente.
Es una cinta de prácticas para aprender a mirar en
silencio, sin la barrera de las palabras. Publicaciones Claretianas, Madrid.
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