Frente
a una situación de enorme peligro, Acaz confronta la oferta de Dios con su
propia decisión. En la confrontación con Dios, Acaz cansa a Dios. Busca
situarse al margen del poder y de la gloria de Dios. Es una confrontación; ‘agón’,
lucha… (palabra que usa la traducción de los LXX). Y, sin embargo, Dios, le
regala una persona ‘llamada María’, nacida en una geografía limitada: Nazaret,
pero con un corazón sin bordes ni fronteras, según el corazón de Dios.
María, vacía y pobre (anaw),
no tiene proyecto propio: sólo el de ser una sierva del Señor (doúle kyríou). María,
‘la pobre’, acoge. Nacida en una cultura judía, acostumbrada a pedir señales y
a vivir de signos, nada pide (1Co 1,22). Cree, simplemente: ‘Porque has
creído’. Deja al margen su modelo personal de relación con Dios, diseñado en su
corazón –en su amor a Dios-, y en la virginidad de su cuerpo ofrecido. Y desde
esa pobreza, consiente con el plan de Dios sobre ella; se fía del poder de Dios
( guevurah) y de su amor.
***
Refiero la
conversación con el jardinero de la villa de recreo imperial en el norte de
Japón. « ¿Ve usted estos pinos retorcidos?», me decía; «su mejor estampa es la
que ofrecen cuando se vencen sin quebrarse bajo el peso de la nieve». « ¿No
necesitan rodrigones?», le pregunté. Y me dio la explicación: «Ha costado mucho
esfuerzo y muchos años lograr esa rama. Desde que el pino era pequeñito, se le
fue podando con habilidad. Si la rama se pasa de longitud, cae bajo el peso de
la nieve; si se queda corta, no produce un efecto tan bello». Ante mi asombro
mudo, se echó a reír el jardinero y me repetía: «Todo es cuestión de hacerlo
despacio, señor; darle tiempo, darle tiempo... y paciencia».
Es una metáfora de María, porque
sencillamente, así me parece. Dios la había hecho de gracia y de tiempo; era
perfecta en su espera y en su esperanza. Y cuando llegó la nieve- la Palabra
encarnada en su cuerpo virgen- no se quebró…Estaba bien podada, bien hecha… Representaba
el paso del tiempo y la reparación de los mil frustrados intentos de fidelidad
del pueblo Israel. La mujer fiel, hecha de tiempo y de gracia fundó la plenitud
de los tiempos… y una manera nueva de creer, de esperar, de realizar la
presencia de Dios. ‘Y el verbo se hizo carne’, en Ella. Y la que esperó (de aguardar) –dejando correr el tiempo
hasta que Dios quisiera-; y la que esperó (de esperanza), cuando dijo ‘SÍ’ cambió el reloj del tiempo y la
brújula del espacio. Desde Ella, el tiempo ya es ‘oportunidad’, y el espacio es
‘camino’: todo es camino para ir a Dios; los mil caminos de Dios.
En esa nueva orientación, María no
pudo evitar el dirigir su mirada hacia su propia plenitud de mujer agraciada; y, en su mirada, fue
restaurada la mirada perdida y extraviada de tantos hombres y mujeres que
habíamos de mirarla para aprender a ‘mirar’. Al esperar a su hijo y al verlo
nacido creó otra versión, más clara, del salmo 34[33] 5: ‘Contempladlo (con fijeza) y quedaréis radiantes (iluminados)’. Y masticado, como para
gente débil –idea de Pablo- ahora el salmo es: ‘Despierta tú que duermes,… y te
iluminará Cristo (Ef 5,14).
La Virgen ha hecho posible la
nueva forma de ver a Dios viendo a Cristo Jesús. Y hasta ha creado ese modelo,
imposible sin la fe, de quien, sentada a
los pies de Jesús, escuchaba su palabra y, sin saberlo, recreaba para el adviento
y para todos los tiempos el modelo contemplativo de María que ‘miraba y miraba’
sin ver; y sin ver, sabía’. Era la nueva orientación del corazón que ‘tiene
ojos y entiende y ama’ (Ef 1,18), sin saber cómo entiende ni cómo ama, que así
lo cuenta santa Teresa de Jesús.
En este modelo contemplativo de
María, que primero miró dentro de sí y después vio ante sus ojos la humanidad
de nuestro salvador (Tt 3,4) nació la bella pintura de Sassoferrato, en la que
María, apoyado el codo sobre una mesa, contempla al hijo que descansa dormido y
‘descuidado’ en el brazo izquierdo de su Madre. Y de ese modelo contemplativo,
que perfecciona la mirada de los hombres y mujeres, se han calcado modelos
posteriores, ‘fotocopias’ (copias hechas con luz, que eso significa la
palabra).
Escueta, concisa, bellamente, Edith
Stein refería esa manera nueva manera de ‘visión’, de relación con Dios, en
Cristo Jesús, que ya vive en nosotros y espera la revelación (el apocalipsis)
de los hijos de Dios (Rm 8,19). Escribía:
‘Tan sólo es absolutamente indispensable un rincón silencioso para hacer acopio
de fuerza y la conciencia de que Dios trabaja en nosotros’.
Hoy el Adviento (la espera de la
llegada) y la Navidad (el nacimiento) –en el fondo, todos los
tiempos, fuerte y ‘débiles’, necesitan silencio porque en relación con el
misterio y la posibilidad de que el corazón ‘entienda’, sólo el silencio sin
palabras y el corazón sin apegos, pueden ser la oportunidad ‘rescatada’, para
saber algo de lo que María guardaba en su corazón.
«La verdad
está demasiado cerca de nosotros y, por su misma cercanía, no atinamos a
percibirla con claridad». Que por esta razón, un teólogo cristiano, Charles
Journet, afirmaba: ‘Bastaría dejar de
estar distraídos para quedar maravillados’.
«El Reino no viene de modo que
se note»... ‘Está dentro de vosotros’. A partir de ahí todo es ‘gracia’ y
hablar de tiempo fuerte o tiempo ordinario es más un modo de hablar y de
organizar el tiempo y el calendario, que de vivir una realidad humana y divina
sacramental, a nuestra disposición trescientos sesenta y cinco días al año y
veinticuatro horas al día. Lo demás es cuestión de ‘nivel’, como decía Ortega y
Gaset, pero, de nivel de ‘despertar
interior’-que a eso se refería el teólogo aludido al decir que ‘bastaría dejar de estar distraídos para
quedar maravillados’.
María fue una mujer silenciosa y
atenta… Y maravillada… Inventó el adviento y la mirada enamorada… Y la inventó
para ti…
Nicolás de Ma. Caballero, cmf.
Aranjuez
2013
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