sábado, 7 de septiembre de 2013

¡El problema pastoral más urgente! (I)


Los que han llegado a descubrir la meditación, aunque no de momento la oración, ya advierten la grandísima importancia que supone.

“La meditación es la tarea más importante, la más urgente, la más fecunda que se impone al ser humano”.[1]

La enfatizan como la manera de alcanzar una manera nueva de ‘visión interior’.

“Si uno no medita, entonces es como un ciego  en un mundo de gran belleza, luz y color”. [2]

Multitud de textos avalan esta convicción, frente a un mundo desprotegido por falta de meditación, y también por falta de reflexión, por falta de silencio suficiente para poder ‘escuchar la realidad' de cada día y advertir la hondura misteriosa que conlleva el diario vivir. Pero, descubierta la oración, y realizada sobre la base de una conciencia abierta, silenciosamente quieta, la meditación queda sobrevalorada, y, al mismo tiempo superada, tanto como proceso de construcción de la persona, como de apertura a un mundo nuevo, en la fe y en la trascendencia.

Entonces se entiende que el problema pastoral ‘más urgente’ es enseñar a orar.

“El presente estudio de su doctrina [de san Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús] no es mero ejercicio académico, sino un intento de contribuir seriamente a resolver el problema pastoral más urgente de nuestro tiempo: cómo enseñar a orar a nuestro pueblo” [3].

El subrayado es mío.

A esto se añade la referencia anterior de Pablo VI.

“La oración es la expresión-vértice de la Iglesia”[4].

Y sigue:

“La Iglesia es la sociedad de hombres que oran. Su fin primordial es enseñar a orar. Si queremos advertir lo que hace la Iglesia, debemos advertir que es una escuela de oración. recuerda a los fieles la obligación de la oración; despierta en ellos la actitud y la necesidad de la oración; enseña cómo y por qué se debe orar, hace de la oración ‘el gran medio’ para la salvación, y, al mismo tiempo la proclama fin sumo y próximo de la verdadera religión”[5]

Los subrayados son míos. De tales expresiones se deduce lógicamente, que

“…es indispensable que los invitemos [a los hombres] y los eduquemos para orar”[6].

Sólo a partir de la oración podrá recuperarse el amor primero (Ap 2, 4-5) y presentarse ante el mundo con sentido y fuerza.

“¿Podrá alguna vez el cristianismo documentarse a sí mismo ante el mundo necesitado de verdad vital, si no se presenta como arte de explorar la profundidad del espíritu, de conversar con Dios y de adiestrar a sus seguidores para la oración?”[7].

“… prestaremos al problema de la oración,… una atención particular, justamente en orden al renacimiento espiritual que estamos esperando”[8].

Lo que impone la obligación previa de analizar y reorganizar nuestros valores.



[1] R. LINSSEN. La meditation veritable. Étude des pulsions pré-mentales, Le Courrier du livre, Paris 1973, 43.
[2] KRISHNAMURTI, La verdadera revolución, Krishnamurti, Puerto Rico 1972, 14.
[3] T. DICKEN, La mística carmelitana, Herder, Barcelona 1981, 10
[4] PABLO VI, Audiencia general 22-VIII-1973, Cf N SILANES La oración, Secretariado trinitario, Salamanca, 1974, 80.
[5] PABLO VI, La Iglesia es la sociedad de los que oran. Audiencia general, 20, VIII, 1966.
[6] PABLO VI, Audiencia general 22-VIII-1973, Cf N SILANES Secretariado trinitario, Salamanca, 1974, 79.
[7] PABLO VI, Audiencia general 22-VIII-1973, Cf N SILANES Secretariado trinitario, Salamanca, 1974, 82.
[8] PABLO VI, Audiencia general 22-VIII-1973, Cf N SILANES Secretariado trinitario, Salamanca, 1974, 82.

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