Hoy la oración está de “moda”. Está en la boca de todos, proliferan
los grupos de oración; existe una notoria producción literaria y audiovisual. Y,
sin embargo, no creo que la moda de la oración sea la solución a la gran
necesidad, carencias y, al mismo tiempo, nostalgia, que tenemos. La nostalgia
que Agustín gritaba en sus Confesiones: “nuestro corazón está inquieto hasta
que descanse en Ti”.
¿Es realmente la oración de “moda” una solución real para el hombre
agobiado, ante todo por su propia ignorancia de Dios? ¿Es nuestra “ciencia de
la oración” una real capacidad para el “reposo en Dios”? ¿O es más bien un
adorno de última hora que más que la plenitud de un vaciamiento (una “kénosis”)
significa llenar un hueco incómodo?
Hoy hemos caído, posiblemente, escribía un autor, en lo que podemos
llamar la sociedad del “consumo de oración”. La moda conlleva una vertiente
emocional que no facilita el procedimiento de un “camino de oración”.
Hoy muchos oran, pero no son orantes. Y no es una distinción sin
sentido o gratuita, igual que no es lo mismo “correr” que “ser un corredor”.
La moda de la oración ha contribuido a crear una distorsión del
lenguaje sobre la oración, como el hablar con frecuente ligereza de la oración
contemplativa. Ésta siendo esencial, nunca está en el ámbito de lo emocional,
ni tampoco al comienzo de la vida de oración; está al final de un proceso de
purificación de todo el entorno sensible y emocional de la persona. Es, pues,
inaceptable, la fácil alegría con que se habla de “oración profunda” o de “métodos
de oración contemplativa”. Todo puede ser una lamentable ilusión si no se
entienden y adoptan las grandes claves de la oración realmente profunda.
Hay quienes, incluso, escriben: “métodos de oración contemplativa”. Justo
la oración contemplativa es posible cuando no existen métodos, y la persona “sin
camino”, se deja a merced del Amor, en una sublime decisión de “dejéme y
olvidéme”, como canta Juan de la Cruz.
Tal vez se quiere entusiasmar a las personas con la perspectiva de la
contemplación, pero no se puede falsear la verdad porque, como dice un antiguo
refrán oriental, “si lo sabes las cosas son lo que son; y si no lo sabes, las
cosas son lo que son”.
La vida de oración requiere una catequesis clara, precisa, sencilla. Después
la gracia y la decisión personal tendrán que trazar y recorrer el camino. A esto
lo llamo la “ciencia de la oración”, que siempre requiere una “ciencia del
hombre”, que se va descubriendo y construyendo en la presencia de Dios. La oración
es una gozosa inmersión en el misterio del hombre y en el de Dios. Tal vez
mejor decirlo al revés: “en el misterio de Dios, donde el hombre se entiende y
se “sabe” a sí mismo”.
Terapia, normalización y santidad son parte del mismo proceso. ¡Y
nunca son una moda!
NICOLAS DE MA. CABALLERO, CMF
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