sábado, 24 de agosto de 2013

La oración de “moda”

Hoy la oración está de “moda”. Está en la boca de todos, proliferan los grupos de oración; existe una notoria producción literaria y audiovisual. Y, sin embargo, no creo que la moda de la oración sea la solución a la gran necesidad, carencias y, al mismo tiempo, nostalgia, que tenemos. La nostalgia que Agustín gritaba en sus Confesiones: “nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

¿Es realmente la oración de “moda” una solución real para el hombre agobiado, ante todo por su propia ignorancia de Dios? ¿Es nuestra “ciencia de la oración” una real capacidad para el “reposo en Dios”? ¿O es más bien un adorno de última hora que más que la plenitud de un vaciamiento (una “kénosis”) significa llenar un hueco incómodo?

Hoy hemos caído, posiblemente, escribía un autor, en lo que podemos llamar la sociedad del “consumo de oración”. La moda conlleva una vertiente emocional que no facilita el procedimiento de un “camino de oración”.

Hoy muchos oran, pero no son orantes. Y no es una distinción sin sentido o gratuita, igual que no es lo mismo “correr” que “ser un corredor”.


La moda de la oración ha contribuido a crear una distorsión del lenguaje sobre la oración, como el hablar con frecuente ligereza de la oración contemplativa. Ésta siendo esencial, nunca está en el ámbito de lo emocional, ni tampoco al comienzo de la vida de oración; está al final de un proceso de purificación de todo el entorno sensible y emocional de la persona. Es, pues, inaceptable, la fácil alegría con que se habla de “oración profunda” o de “métodos de oración contemplativa”. Todo puede ser una lamentable ilusión si no se entienden y adoptan las grandes claves de la oración realmente profunda.

Hay quienes, incluso, escriben: “métodos de oración contemplativa”. Justo la oración contemplativa es posible cuando no existen métodos, y la persona “sin camino”, se deja a merced del Amor, en una sublime decisión de “dejéme y olvidéme”, como canta Juan de la Cruz.

Tal vez se quiere entusiasmar a las personas con la perspectiva de la contemplación, pero no se puede falsear la verdad porque, como dice un antiguo refrán oriental, “si lo sabes las cosas son lo que son; y si no lo sabes, las cosas son lo que son”.

La vida de oración requiere una catequesis clara, precisa, sencilla. Después la gracia y la decisión personal tendrán que trazar y recorrer el camino. A esto lo llamo la “ciencia de la oración”, que siempre requiere una “ciencia del hombre”, que se va descubriendo y construyendo en la presencia de Dios. La oración es una gozosa inmersión en el misterio del hombre y en el de Dios. Tal vez mejor decirlo al revés: “en el misterio de Dios, donde el hombre se entiende y se “sabe” a sí mismo”.

Terapia, normalización y santidad son parte del mismo proceso. ¡Y nunca son una moda!

NICOLAS DE MA. CABALLERO, CMF


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