Le preguntaba el discípulo a su maestro:
- Maestro, ¿por qué es tan difícil el camino de la liberación?
- Porque pasa por uno mismo -le respondió el maestro. El camino de Dios pasa por el camino del hombre: y en el hombre puede oscurecer o iluminar su presencia. Por eso mismo el orante es responsable de algún modo de su oración que, si bien es don de Dios, es un don que debe ser ‘aceptado’. El orante debe disponerse, descondicionarse, hacerse transparente, diáfano, como una vidriera que deja pasar la luz de Dios. Tienes que aprender a pasar:
a) de estar fuera de tí, a entrar dentro de tí.
Pasar de la ausencia a la presencia; de la distracción a la atención.
b) de la cabeza al corazón: de la abstracción e intelectualización de Dios, a un Dios presente, vivo, cercano y amoroso y silenciosamente ‘mirado’, aunque desde la fe.
Existe una gran diferencia en tratar a Dios como una bella idea medio abstracta, aunque pueda, ser correcta doctrinalmente; incluso, brillante, teológicamente, y el tratar a Cristo Jesús, a su Padre, como un ser que vive, que se identifica conmigo, que se me ‘manifiesta’ (Jn 14,21;16,14), que me habla, que me mira, que me oye, que me está salvando…
c) de las palabras a la ‘Palabra’: de las palabras al ‘Acontecimiento’, a una realidad que está ocurriendo, aquí y ahora, y que además me está ocurriendo a mí: el Hijo de Dios, el Padre, la Trinidad entera. La oración nos sumerge en la entraña de su vida de Hijo. La oración es una esencial perfección La manera esencial para entrar en este Acontecimiento, que es Dios, tiene que vivir una situación elemental, pero esencial, de pobreza, de desposesión. Quien intenta atrapar en palabras el Acontecimiento libre y gratuito de Dios, Dios mismo, no podrá progresar en el Amor.Y en la desposesión fundamental de quien no busca nada que pueda atrapar, no buscar esa forma falsa de oración y de falta de pobreza: la de andar buscando experiencias de Dios. La fe es suficiente. Y la fe es una bella, la más bella forma de pobreza, al mismo tiempo que de ‘riqueza’ y de ‘certeza’.No busques, pues, sensaciones ni experiencias de Dios. Te basta creer y dejarte en sus manos… Así se es orante y se crece.
Nicolás de Ma. Caballero, cmf