domingo, 26 de enero de 2014

Pero, ¿qué es orar? (II)

Recordando a Pablo, diría que la oración es esa situación conscientemente aceptada, de ‘estar escondido, con Cristo en Dios’ (Col 3,3). No se trata de una iniciativa personal del orante; es el Padre quien esconde al orante, en lo escondido de su morada: Jesús, su Hijo, y el orante la actualiza, ‘tomando conciencia y aceptando’ esa sublime realidad de estar, como dice san Juan de la Cruz: "... en el escondrijo de [su] rostro, que es el Verbo" (Llama de amor viva, 2,17).


Jesús tiene su más profunda raíz en la oración al Padre (Mc. 1,35; 6,46). Y ahí es donde ‘se pierde’ el orante, para ser hallado perfecto en el día del Señor Jesús. Cuando Jesús oraba, cuando en momentos especiales se retiraba a orar, 'preservaba' su conciencia de Hijo, y se dedicaba, con más exclusividad, podríamos decir, a actualizar, sin otros objetivos inmediatos, la advertencia amorosa a su Padre; a vivir su origen, y a anticipar su regreso al Padre (Jn 16,28). Jesús era consciente de la relación amorosa que tenía con su Padre, de manera ininterrumpida. Pero quiso dar a su relación con su Padre forma humana. Ahí es donde los discípulos encontraron la pedagogía inmediata y el lugar para entender la relación con Dios; ahí es donde presintieron el Misterio de Jesús. Presintieron la oración personal de Jesús como un espacio humano, asequible, aunque misterioso. Y, un día, le dijeron: 'Señor, enséñanos a orar' (Lc 11,1). Y, sin embargo, no podían entender aún toda la fascinación de Cristo Jesús orando, sumergido 'en las perfecciones de Dios'. El orante se esconde en esa corriente esencial y misteriosa de Jesús con su Padre, y en ella va siendo transformado en hijo, silenciosamente, sin saber cómo. La oración es el clamor amoroso de Cristo Jesús hacia su Padre (Rm 8,14-16). Y Él nos deja entrar, nos invita a entrar en su propio clamor de Hijo y llamar a Dios ‘Padre’, a aprender a ‘reposar’ en su seno y silencio infinito, con toda la confianza de un hijo. La oración no es un ingenuo método, ni un medio de vida interior; ‘es la misma vida interior’. El orante sólo ora cuando se deja introducir en esa corriente dinámica, esencial, silenciosa, toda misterio. ¡Qué bueno aprender a entrar en Dios, con Jesús, y realizar una nueva forma de ‘ser’ y de ‘estar’, no determinadas por la psicología, sino por la vivencia gozosa de nuestra filiación.
Nicolás de Ma. Caballero, cmf.

domingo, 19 de enero de 2014

Pero, ¿qué es orar? (I)


Tengo la impresión de que hoy, al hablar de oración, existe cierto confusionismo y ambigüedad. En la corriente de ‘moda’, en la que la oración se encuentra envuelta en este momento, se inventan definiciones de acuerdo al talante de cada cual; se dan muchas 'a manera de definiciones' de oración. Muchas veces, más bien es lo ordinario, se la considera como un medio, aunque excelente, de vida espiritual. Se la confunde sutil o groseramente con formas de oración, o con los métodos utilizados, o con los contenidos que el orante maneja, o con las circunstancias que motivan la oración: 'orar con la vida', por ejemplo. Y aun retorciendo lo torcido, se llega incluso a decir: 'orar la vida'. Suena bien, pero no significa nada más que lo que cada cual quiera significar, como si a un monte le llamo árbol.

Además, el lenguaje frecuentemente se utiliza con una notoria frivolidad. Es frecuente, por ejemplo, en algunas personas, 'entrenadas' en ciertas prácticas, oírles decir que ‘practican la oración contemplativa'. Hasta se habla, absurdamente, de 'métodos de oración contemplativa', o de grupos de oración contemplativa.

Frecuentemente muchos buscan, como dice Merton, alguna forma de excitación psicológica, permanente tentación del principiante. Existen hoy formas nuevas, perfectas en su origen, bellamente estéticas: el 'ikono', por ejemplo; el rinconcito reservado y la esterita cuidada, nueva 'alfombra mágica' oriental, que equilibra el entorno de la oración y favorece un cierto clima 'apropiado'. También cuenta la postura equilibrada y serena; la repetición de un 'mantra' como en oriente, o de una frase como consta en la gran tradición de los padres del desierto.

Nada de eso es malo, en principio. Sólo que hay un fallo: ni el esteticismo ni la excitación de lo nuevo son la razón de ser de lo espiritual, ni claves de progreso verdadero, ni de auténtico compromiso. De hecho, nuestras pobres vidas siguen igual de 'incambiadas', mediocres y vulgares, mientras el tiempo va pasando y Dios esperando… De tales personas dice san Juan de la Cruz: "... nunca acaban de dar en la sustancia y pureza de bien espiritual, ni van por tan derecho camino y breve como podrían ir" (Subida al Monte Carmelo II, 6,7).

Una dificultad esencial es que muchos no saben qué es la oración. Y no se modifica la conducta porque muchos no tienen oración , aun creyendo que sí (Subida, Prólogo, 6), o permanecen en bajos modos (Prólogo. 3) de trato con Dios, aferrados, engañados, aunque, tal vez, satisfechos. Una vez se me ocurrió un título para uno de mis libros: ‘Una sociedad de sonámbulos satisfechos’. El hombre está dormido, aunque parece ignorarlo, y hasta funciona con una cierta ‘normalidad’. Pero sólo al orar se va despertando. ‘Orar es el ejercicio de nuestro despertar interior’.
NICOLÁS DE MA. CABALLERO, CMF.