domingo, 9 de marzo de 2014

Oración y pobreza


Le preguntaba el discípulo a su maestro:

- Maestro, ¿por qué es tan difícil el camino de la liberación?

- Porque pasa por uno mismo -le respondió el maestro. El camino de Dios pasa por el camino del hombre: y en el hombre puede oscurecer o iluminar su presencia. Por eso mismo el orante es responsable de algún modo de su oración que, si bien es don de Dios, es un don que debe ser ‘aceptado’. El orante debe disponerse, descondicionarse, hacerse transparente, diáfano, como una vidriera que deja pasar la luz de Dios. Tienes que aprender a pasar:

a) de estar fuera de tí, a entrar dentro de tí.
Pasar de la ausencia a la presencia; de la distracción a la atención.

b) de la cabeza al corazón: de la abstracción e intelectualización de Dios, a un Dios presente, vivo, cercano y amoroso y silenciosamente ‘mirado’, aunque desde la fe.
Existe una gran diferencia en tratar a Dios como una bella idea medio abstracta, aunque pueda, ser correcta doctrinalmente; incluso, brillante, teológicamente, y el tratar a Cristo Jesús, a su Padre, como un ser que vive, que se identifica conmigo, que se me ‘manifiesta’ (Jn 14,21;16,14), que me habla, que me mira, que me oye, que me está salvando…

c) de las palabras a la ‘Palabra’: de las palabras al ‘Acontecimiento’, a una realidad que está ocurriendo, aquí y ahora, y que además me está ocurriendo a mí: el Hijo de Dios, el Padre, la Trinidad entera. La oración nos sumerge en la entraña de su vida de Hijo. La oración es una esencial perfección La manera esencial para entrar en este Acontecimiento, que es Dios, tiene que vivir una situación elemental, pero esencial, de pobreza, de desposesión. Quien intenta atrapar en palabras el Acontecimiento libre y gratuito de Dios, Dios mismo, no podrá progresar en el Amor.Y en la desposesión fundamental de quien no busca nada que pueda atrapar, no buscar esa forma falsa de oración y de falta de pobreza: la de andar buscando experiencias de Dios. La fe es suficiente. Y la fe es una bella, la más bella forma de pobreza, al mismo tiempo que de ‘riqueza’ y de ‘certeza’.No busques, pues, sensaciones ni experiencias de Dios. Te basta creer y dejarte en sus manos… Así se es orante y se crece.

Nicolás de Ma. Caballero, cmf

domingo, 2 de marzo de 2014

Pero, ¿qué es orar? (III)


Muchas definiciones se dan de oración, aunque frecuentemente están definiendo más las múltiples ‘formas’ de oración que la misma naturaleza esencial de la oración. Y tantas definiciones pueden engendrar confusión sobre la naturaleza esencial de la oración.

La oración es un encuentro entre Dios y el hombre. No puede definirse solamente como un don de
Dios, ni, por tanto como una realidad únicamente teológica. Tiene que definirse también por la forma
en que el hombre se abre, libremente, des-condicionadamente, des-apropiadamente, pobremente, al
don de Dios, al Don, que es Dios.

Aparte las muchas pretendidas definiciones de oración, sólo podrá ser verdadera aquélla que salve esa doble realidad de la presencia ‘teologal’ y ‘humana’ del orante. Lo teologal se define por la fe, la esperanza y el amor. Sin fe y cierta hambre de Dios, el hombre no puede entrar en Dios ni mantenerse en el misterio oscuro de la fe. Sin fe suficiente, el orante está poniendo una permanente ‘tentación’ a la necesidad de vivir en esa bella oscuridad de Dios, que aún no se manifiesta. El permanente recurso a lo visible, tangible y sensible, es una seria dificultad para poder entender correctamente ‘qué es orar’ y para orar, de hecho.

Lo humano tiene su expresión más característica en la 'advertencia, la conciencia atenta, el progresivo 'despertar interior'. Incluso en el plano de la psicología, la ‘atención’, la ‘advertencia’ es considerada como el factor fundamental de la personalización; vertebra el crecimiento humano y su maduración mental y emocional.

La ‘advertencia abierta, desde la fe, al Misterio de Dios en Cristo Jesús’, es el eje de toda la realización posible de una persona. Cualquier definición tiene que explicitar estas dos vertientes esenciales de la oración. 

Y así, orar es:
  • ‘Una conciencia entregada a Dios en fe’.
  • ‘Una persona consciente y pobre que se abandonada a Dios, en la oscuridad de la fe’
  • ‘Advertencia amorosa’ (Juan de la Cruz).
  • ‘Una conciencia pobre, abierta al Amor’. Es particularmente bella, en la forma, una que podríamos tomar como definición de oración. Cuando el sacerdote pregunta a Ana qué está haciendo en el templo, mascullando palabras, ella contesta que derramando el alma ante Dios (1Sam 1,15).
  • Con Advertencia, dándose cuenta, aquí y ahora, de la Presencia del Padre. - entregándose a El, con Amor.
  • En la oscuridad de la Fe, aunque también en la seguridad y certeza que la fe nos da de que está aquí, de que nos oye, de que nos ama.

Nicolás de Ma. Caballero, cmf