domingo, 15 de diciembre de 2013

Oración y silencio II


Al principio el que ora maneja ideas, libros, sentimientos, oraciones, rezos; más tarde la atención es sostenida por la misma Presencia de Dios, que se impone, con mayor o menor fuerza, y silencia a la persona.

El silencio nos acerca más a la naturaleza esencial de la oración; a lo que es verdaderamente la oración, orar. Bellamente dice H. Urs von Balthasar:

"Una vez que el hombre entra en \'lo más íntimo de la afonía divina (Mystag., 4, 91, 672 c), el silencio, que domina los conceptos sin palabra, llega ser el lenguaje verdadero (Div. Nom., 1; 4, 192 c)". 

\'A-fonía\' quiere decir, sin voz: ‘Dios es ‘silencio’. Santa Teresa dice que Dios \'habla\' sin ruido de palabras. Juan de la Cruz dice que el Verbo de Dios, es \'Verbum silens\': \'Palabra silenciosa\'. Y ahí es donde irá entrando el orante: ‘en el Silencio de Dios’. ¡Bella metáfora: ‘en la afonía de Dios’. 

La oración silenciosa está configurada por tres grandes leyes: la ‘atención’, la ‘limpieza’, el ‘abandono’. La atención orienta la mirada; la limpieza abre la mente y el corazón a la revelación de Dios (Mt 5,8); el abandono consuma la entrega y el ejercicio de la libertad personal. Así lo señala san Juan de la Cruz: “... sólo mirar que tu conciencia esté pura, y tu voluntad entera en Dios, y la mente puesta de veras en él..."(Subida al Monte Carmelo III, 40,2).

La oración, al ir progresando, va estabilizando la mirada y despojándola de palabras.

"Cuando uno se da cuenta de ello [de que ha encontrado, y de que todo está presente], se produce una detención. Todo despliegue de energía hacia un objetivo o resultado cesa totalmente y el que busca pierde entonces su cualidad, pues ya no proyecta ningún objetivo. Se despierta en lo encontrado" (J. Klein).

Tiene que ser magníficamente bello y definitivo ‘despertarse en Dios’ después del sueño de la vida en este mundo. Pero el orante, comienza a realizar ese maravilloso modo de referencia y de relación con Dios; sin decir nada; sólo contemplando su rostro, en un silencio pedagógico y ‘gracioso’, al mismo tiempo, donde todo es perfecto, aunque todavía fundamentado en la esperanza cristiana, hasta que Dios ‘descubra su presencia’. ‘El silencio es el lugar de nuestra más perfecta realización humana y cristiana’.

NICOLÁS DE MA. CABALLERO, CMF.

domingo, 8 de diciembre de 2013

La Virgen esperando al Niño y la Navidad

Frente a una situación de enorme peligro, Acaz confronta la oferta de Dios con su propia decisión. En la confrontación con Dios, Acaz cansa a Dios. Busca situarse al margen del poder y de la gloria de Dios. Es una confrontación;  ‘agón’, lucha… (palabra que usa la traducción de los LXX). Y, sin embargo, Dios, le regala una persona ‘llamada María’, nacida en una geografía limitada: Nazaret, pero con un corazón sin bordes ni fronteras, según el corazón de Dios.

María, vacía y pobre (anaw), no tiene proyecto propio: sólo el de ser una sierva del Señor (doúle kyríou). María, ‘la pobre’, acoge. Nacida en una cultura judía, acostumbrada a pedir señales y a vivir de signos, nada pide (1Co 1,22). Cree, simplemente: ‘Porque has creído’. Deja al margen su modelo personal de relación con Dios, diseñado en su corazón –en su amor a Dios-, y en la virginidad de su cuerpo ofrecido. Y desde esa pobreza, consiente con el plan de Dios sobre ella; se fía del poder de Dios ( guevurah) y de su amor.
***
Refiero la conversación con el jardinero de la villa de recreo imperial en el norte de Japón. « ¿Ve usted estos pinos retorcidos?», me decía; «su mejor estampa es la que ofrecen cuando se vencen sin quebrarse bajo el peso de la nieve». « ¿No necesitan rodrigones?», le pregunté. Y me dio la explicación: «Ha costado mucho esfuerzo y muchos años lograr esa rama. Desde que el pino era pequeñito, se le fue podando con habilidad. Si la rama se pasa de longitud, cae bajo el peso de la nieve; si se queda corta, no produce un efecto tan bello». Ante mi asombro mudo, se echó a reír el jardinero y me repetía: «Todo es cuestión de hacerlo despacio, señor; darle tiempo, darle tiempo... y paciencia».

Es una metáfora de María, porque sencillamente, así me parece. Dios la había hecho de gracia y de tiempo; era perfecta en su espera y en su esperanza. Y cuando llegó la nieve- la Palabra encarnada en su cuerpo virgen- no se quebró…Estaba bien podada, bien hecha… Representaba el paso del tiempo y la reparación de los mil frustrados intentos de fidelidad del pueblo Israel. La mujer fiel, hecha de tiempo y de gracia fundó la plenitud de los tiempos… y una manera nueva de creer, de esperar, de realizar la presencia de Dios. ‘Y el verbo se hizo carne’, en Ella. Y la que esperó (de aguardar) –dejando correr el tiempo hasta que Dios quisiera-; y la que esperó (de esperanza), cuando dijo ‘SÍ’ cambió el reloj del tiempo y la brújula del espacio. Desde Ella, el tiempo ya es ‘oportunidad’, y el espacio es ‘camino’: todo es camino para ir a Dios; los mil caminos de Dios.

En esa nueva orientación, María no pudo evitar el dirigir su mirada hacia su propia plenitud de mujer agraciada; y, en su mirada, fue restaurada la mirada perdida y extraviada de tantos hombres y mujeres que habíamos de mirarla para aprender a ‘mirar’. Al esperar a su hijo y al verlo nacido creó otra versión, más clara, del salmo 34[33] 5: ‘Contempladlo (con fijeza) y quedaréis radiantes (iluminados)’. Y masticado, como para gente débil –idea de Pablo- ahora el salmo es: ‘Despierta tú que duermes,…  y te iluminará Cristo (Ef 5,14).

La Virgen ha hecho posible la nueva forma de ver a Dios viendo a Cristo Jesús. Y hasta ha creado ese modelo, imposible sin la fe, de quien, sentada a los pies de Jesús, escuchaba su palabra y, sin saberlo, recreaba para el adviento y para todos los tiempos el modelo contemplativo de María que ‘miraba y miraba’ sin ver; y sin ver, sabía’. Era la nueva orientación del corazón que ‘tiene ojos y entiende y ama’ (Ef 1,18), sin saber cómo entiende ni cómo ama, que así lo cuenta santa Teresa de Jesús.

En este modelo contemplativo de María, que primero miró dentro de sí y después vio ante sus ojos la humanidad de nuestro salvador (Tt 3,4) nació la bella pintura de Sassoferrato, en la que María, apoyado el codo sobre una mesa, contempla al hijo que descansa dormido y ‘descuidado’ en el brazo izquierdo de su Madre. Y de ese modelo contemplativo, que perfecciona la mirada de los hombres y mujeres, se han calcado modelos posteriores, ‘fotocopias’ (copias hechas con luz, que eso significa la palabra).


Escueta, concisa, bellamente, Edith Stein refería esa manera nueva manera de ‘visión’, de relación con Dios, en Cristo Jesús, que ya vive en nosotros y espera la revelación (el apocalipsis) de los hijos de Dios (Rm 8,19). Escribía: ‘Tan sólo es absolutamente indispensable un rincón silencioso para hacer acopio de fuerza y la conciencia de que Dios trabaja en nosotros’.

Hoy el Adviento (la espera de la llegada) y la Navidad (el nacimiento) –en el fondo, todos los tiempos, fuerte y ‘débiles’, necesitan silencio porque en relación con el misterio y la posibilidad de que el corazón ‘entienda’, sólo el silencio sin palabras y el corazón sin apegos, pueden ser la oportunidad ‘rescatada’, para saber algo de lo que María guardaba en su corazón.

«La verdad está demasiado cerca de nosotros y, por su misma cercanía, no atinamos a percibirla con claridad». Que por esta razón, un teólogo cristiano, Charles Journet, afirmaba: ‘Bastaría dejar de estar distraídos para quedar maravillados’.

«El Reino no viene de modo que se note»... ‘Está dentro de vosotros’. A partir de ahí todo es ‘gracia’ y hablar de tiempo fuerte o tiempo ordinario es más un modo de hablar y de organizar el tiempo y el calendario, que de vivir una realidad humana y divina sacramental, a nuestra disposición trescientos sesenta y cinco días al año y veinticuatro horas al día. Lo demás es cuestión de ‘nivel’, como decía Ortega y Gaset, pero, de nivel de ‘despertar interior’-que a eso se refería el teólogo aludido al decir que ‘bastaría dejar de estar distraídos para quedar maravillados’.

María fue una mujer silenciosa y atenta… Y maravillada… Inventó el adviento y la mirada enamorada… Y la inventó para ti…

Nicolás de Ma. Caballero, cmf.

Aranjuez 2013

viernes, 6 de diciembre de 2013

Madre de la Palabra

¿Qué diré cuando veo
a tu madre, María,
cargada de Silencio,
y de Palabra?
¿Qué diré, que sea todo
y sea nada, en su desvelo;
ungida de razón,
y sin razones
para hablar de lo que calla;
humilde, cuesta abajo;
como un río que busca
su reposo y su lenguaje
y, sin decirse,
tan sólo cuando llega
al mar, se nombra
y se pronuncia…:
‘María de los mares’;
y allí descansa,
perdida y encontrada
en tu memoria
de eternidad sin tiempo,
que funda las edades de los siglos,
sin otro arrimo
que habernos dado ‘al hombre’,
en el rincón sin fondo
de una gruta:
un  relieve al revés,
una cueva en el suelo;
y en el silencio virgen
de una madre
que calla lo que dice,
que ‘mira’ la Palabra.

Nicolás de Ma. Caballero, cmf, 2013

 ‘María de Nazaret’ te desea que
te enamores de Jesús…
¡SANTA  NAVIDAD Y AÑO 2014!

martes, 3 de diciembre de 2013

Acto de ofrecimiento por María

Ofrecimiento y entrega a la divina
Providencia en manos de María .



Madre mía, el Señor me concede este nuevo día, para más conocerle, servirle y amarle. Por ello, pido a vuestro Purísimo Corazón me alcance luz y gracias suficientes para que todo cuanto haga, piense, hable, oiga o vea, sea del agrado de la adorable y Santísima Trinidad.

Asistidme continuamente Madre del Amor y hacedme participante de «algo» de lo que el Señor os dio. Miradme siempre compasivamente y que yo así mire a los demás, para que nunca me aparte de la Voluntad de nuestro Dios.

Os pido que vayáis «recogiendo» todo cuanto haga espiritual o materialmente. Dejadme entrar en vuestro Corazón virginal y allí vivir todos los instantes de mi vida. Que «todo», lo acepte sumiso por amor y lo aproveche para la exaltación del Nombre de Jesús, y que todas las criaturas del Universo conozcan y amen a Dios.

Os ruego, Virgen Madre, supláis todo lo que debo hacer para gloria de mi Señor y que toda mi vida, desde este momento y para siempre, vaya unida a todo cuanto hizo Jesús en la tierra. De todas mis cosas, y de cuanto hay en mí y puedo ser en adelante, disponed absolutamente según vuestro agrado, en acción de gracias por todos los beneficios que he recibido de vuestra mediación.  Amén.

¡Atráeme en pos de Ti, ¡oh Virgen Inmaculada, Santa Madre de Dios!

 Nicolás Caballero, cmf

domingo, 1 de diciembre de 2013

Oración y silencio I


Ya casi de forma compulsiva, muchos buscan lugares y momentos silenciosos; lugares retirados: el campo, montañas, valles, pueblos apartados, casas solariegas, ‘ashrams’ (Centros de meditación orientales.), monasterios, donde pasar unos días, donde descansar apartados de una incesante fuente de estímulos de contaminación, de distorsión, de fatiga, de prisas, tensiones, de incesante combatividad y competencia; de un mundo excesivamente comunicado, aunque mecanizado en su comunicación, sin apenas capacidad ya para la comunión y la relación cálida, hasta causar agotamiento de todo tipo; para huir de estímulos, que desorganizan nuestra vida mental y emocional, corporal, cerebral, respiratoria, nerviosa y muscular. Es el estrés, se repite, pero creo que es una seria desorganización de la personalidad que la incapacitan para sus funciones más elevadas de pensamiento, de encuentro, de equilibrio de apertura, de oración.

En estos casos, el silencio de la tranquilidad es una necesidad para poder preservar sencillamente la cordura, aunque diste mucho de representar un anhelo de cultivar valores de interioridad, lenguaje desconocido habitualmente por el hombre y la mujer fatigados. Pero ni siquiera en estos casos, el silencio de la calma, representa una huida de la vida, sino la huida de una lenta forma de muerte, de deterioro, de desequilibrio. El silencio no es una manera de eludir la vida. El silencio nunca elude la vida: sale a su encuentro; y, en todo caso, la preserva.

Aunque esos niveles de silencio sean todavía superficiales, siempre representan una ventaja sobre la deshumanización y la desinteriorización, en la que habitualmente se encuentra el hombre de nuestra sociedad: un hombre fuera de si.

Y, sin embargo, el silencio, la calma, no puede quedar únicamente en ser un refugio contra el cansancio o contra la llamada “fatiga de la vida”. El silencio es una situación donde poder reconstruirse interior y exteriormente. Es un ámbito en el que la persona puede recuperar su vocación de persona. En la calma de un ‘lugar’ o en la calma de un ‘momento’ determinado, todo puede comenzar a ponerse en su sitio. Y el hombre y la mujer desplazados, pueden sentir que están bien estando en sí mismos, de donde habían sido arrancados. Algunos, de entrada, interpretan el silencio como callar, no hacer ruido o estar en un lugar tranquilo, al abrigo de todo. Y no saben por qué tienen que callar, ni que el callar pueda tener que ver con el crecimiento personal. Y, además, no saben más que reservarse y preservarse, sin comprender que el silencio es una posibilidad de ‘estar en armonía con todo’ estando con todos y a la intemperie. El silencio no es una flor de ‘vitrina’; es una flor de presencia, de compromiso, de bienestar, de estar bien, aun en medio de la tormenta, el lugar del orante, que reposa en Dios.


La profundidad nunca está en las palabras; está siempre está en el silencio.
NICOLÁS DE MA. CABALLERO, CMF. 
Martes 29 de Noviembre del 2005