martes, 16 de marzo de 2010

Sólo el silencio es iniciático (I)

Invita a recapacitar un proverbio antiguo: ‘Di tu secreto en las calles, que solamente entenderá quien esté preparado’. ‘Iniciación’ consiste en ‘manifestar’ sólo a ciertas personas algo que queda ‘oculto’ al resto porque no se les comunica; otras personas quedan al margen por falta de hondura interior; están ciegos: viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden (Mt 13,13). En parte es un aspecto de nuestra tragedia personal; de nuestra falta de desarrollo humano y espiritual. Entonces la ‘ignorancia’-siempre ligada a la ‘ausencia’ fijan dos palabras clásicas en el vocabulario de la anti‑realización personal. No obstante, en esa ‘establecida’ ignorancia, hay quienes fundan su pretensión de guiar a otros ciegos (Mt 15,14). Recuerdo lo de los fariseos, al entender, la referencia de Jesús: ¡No quiera Dios! (Lc 20,16). Y desde la sencilla referencia de un creyente, yo te pido: ‘Dame, Señor, tu sabiduría…’ (Sb 7,7).

Desde presupuestos de otras culturas, estamos recuperando el concepto de iniciación, que tiene que ver menos con ‘instrucción’ o ‘transmisión de ‘saberes’ ocultos, y más con ‘ingreso’ ‘entrada’. ‘Iniciación’ significa, sobre todo, ‘comenzar’; entrar en un ámbito de constatación, de vivencia o, tal vez, de experiencia del misterio, en nuestro caso de Dios. Tiene que experimentar la verdad de su cercanía: ‘Tú, Señor, estás cerca’, de lo contario el Dios del que hablemos será un Dios de ‘oídas’. Tiene que ser algo, siquiera, del ‘entreme donde no supe’ de Juan de la Cruz, por pequeño que sea, donde paradójicamente no se explica nada y, no obstante se entiende, sin entender cómo: frase paradójica, aunque certera, de santa Teresa.
En la iniciación, como gracia y experiencia de sencillez, a la vez, Algo nos toca la mirada, que es como tocar el alma. A partir de esa mirada el iniciado comienza a mirar todo con una nueva versión, que es cercanía’, compromiso, apertura. Pero, por eso mismo, la mirada puede ser progresivamente más silenciosa, pura y profunda, fundamentando diferentes momentos de iniciación y aun hacer de la iniciación un proceso nunca terminado. Es la ‘teología del ojo, de la vista, del ‘mirar’ (Lc 11, 34-36). Y todo está contenido en la mirada de Jesús (Mc 10,21) como modelo para nosotros de visión interior. En nuestra cultura hemos descubierto la ‘mirada’ sobre todo como una forma fundamental de ver, de enterarse; no tanto como capacidad real y eficaz de modificar una relación y menos, de construir una realidad. La mirada iniciática, nunca terminada, le da a Dios la oportunidad de ‘construirse’ en nosotros a partir de nuestros ‘ojos’, de nuestro ‘mirar’ (blepo).

La sola información no basta. Algo tiene que ayudar a ‘despertar’; a facilitar un corazón abierto y a preparar lo que clásicamente se llama ‘mente de discípulo; mente de ‘principiante’. En la condición de ‘discípulo, de ‘escucha’, de oyente, como dice Isaías, el misterio comienza a ser algo que nos afecta desde el nivel de silencio al que ha llegado. Entonces se es un iniciado (Is 50,4).

La iniciación real se basa no en explicaciones nuevas sino en ascensiones nuevas; o en profundizaciones nuevas. Sin éstas hablar más es inútil, incluso perjudicial. Las palabras no pueden sustituir a la realidad ni a la vivencia de la misma.

Condicionado, tal vez, un viajero, constatador de situaciones ‘espirituales’ cuenta:

“Cuando estuve en el Japón pasé unos días en un monasterio budista Zen. Lo que me extrañó de los monjes del monasterio, y de la mayoría de los monjes que encontré que practicaban Zen, era la inexpresividad de su cara después de la meditación: ninguna luz les iluminaba, ninguna vida les animaba e, incluso, los rasgos de algunos de ellos eran de una gran dureza. Desde luego no voy a pronunciarme sobre una disciplina que no conozco bien; pero desde el punto de vista de la verdadera Ciencia iniciática, una meditación que no es un contacto con el mundo divino, que no es susceptible de dejar huellas de un mayor amor, de una mayor luz, no es muy útil” 1.
1 Omraam Mikhaël Aïvanhov, ¿Qué es un Maestro espiritual?, Ediciones Proveta, Fréjus Cedes (Francia) 19882, pp.56-61.

La ‘mistagogía’ es un capítulo esencial de la iniciación a la experiencia del misterio; capítulo fundamental de la teología de la oración:

“Teología es iniciación al misterio divino no simplemente reflexión sobre el mismo. Una teología puramente científica no tendría sentido pleno. La auténtica sabiduría sobre Dios culmina en adoración”2.

Y, de particular importancia: sometida a la verificación real, es cuando demuestra su verdad o falsedad. Se repiten doctrinas, soluciones teóricas, que fallan a la hora de transformar la existencia.

“Ahí está [en orientar a la unión con Dios] el verdadero sentido de la teología, que debe permanecer como un camino iniciático, entendiendo por ‘iniciático’ abrir la puerta del misterio”3.

El camino de la sencillez y de la simplificación progresiva es el camino iniciático fidedigno; el camino de la revelación interior (Sal 119,30; Mt 11,25)). No hay que olvidar que hay que llevar al orante hacia la verdadera

"... iniciación, [que es] una introducción del hombre, no sólo intelectual, sino también vital..."4.

En cierta ocasión alguien le dijo a un maestro oriental:
- He estado escuchándolo por algún tiempo, pero hasta ahora no se ha producido ningún cambio. ¿Qué es lo que anda mal?
El maestro contestó:
- ¿Será porque usted no es serio? ¿Será porque no le importa? ¿O porque tiene tantos problemas que está atrapado en ellos y no tiene tiempo ni el ocio necesario para detenerse, y, entonces, no puede mirar esa flor? ... Señor, usted no ha dedicado su vida a ello. Estamos hablando de la vida, no de ideas, ni de teorías, prácticas o tecnologías, sino que observamos la totalidad de la vida, de su vida. Usted dispone de un tiempo muy corto para vivir, puede que diez, puede que cincuenta años, pero no lo malgaste, mírelo todo, consagre su vida a ello y compréndalo”5.
Consagre su vida a ello… ¿No es un proceso el despertar? ¿La iniciación no es un despertar? ‘Consagre su vida a ello’…

Nicolás de Ma. Caballero, cmf.

2 Cf en ‘Vida Nueva’, n.1, 421 (24 de marzo de 1984)28 (608).
3 G. Dürckheim, El Camino, la Verdad y la Vida, p. 39.
4    Louis Bouyer, La Biblia y el Evangelio, Madrid, Edic. Rialp, 1977, p. 27. "Vital" significa la inmersión de toda la persona (GS 3), en el Acontecimiento, que se revela de forma integral: todo él, a toda la persona.
5 Mary Lutyens, Krishnamurti, los años de plenitud, Edhasa, Barcelona 1984, 216s.